No se conocían, no sabían el uno del otro...
Hasta que un día, lejos, en un lugar donde nadie pudo
ni podrá llegar, el inmenso encuentro se produjo...
Tan delgada fue su unión que se hicieron uno.
Agradecidos de haberse encontrado,
decidieron poner nombre a su lugar de encuentro.
La tierra y el cielo lo llamaron horizonte.
No volvieron a separarse.

Cuentan que desde siempre esperó por ella...
que se hizo agua por llorarla y transparente
por mostrarse tal cual es...
Un día, a cambio de viajar con él hasta el final de los tiempos
el viento ofreció ayudarla.
Hoy están juntos, su felicidad es inmensa y
es sólo por cumplir su promesa
que el mar besa la arena y se va,
besa la arena y se va...

Para su encuentro, eligieron el campo de flores
y la hora más oscura...
el canto de un grillo aumentaba la impaciencia de la espera...
de repente, sucedió...
el aire enrarecido, olió a agua y a magia...
nadie los vio, pero sabemos que siguen juntos hasta hoy.
Cada mañana, después de encontrarse con la noche,
aparece dormido el rocío sobre alguna flor.